El edificio Copan constituye un hito urbano en el paisaje de São Paulo. Incluso aquellos que nunca han entrado al edificio identifican las curvas que lo definen. En medio de la intensa verticalización del centro, las brisas horizontales refuerzan la presencia del edificio en el cielo de la ciudad brasileña.
A nivel de calle, la galería instalada en el interior del volumen marrón se conecta a la calle por cinco accesos, prácticamente los únicos vanos de esta macizo placa. Los pilares de cada bloque de departamento —seis en total— son independientes entre sí y emergen discretamente cerca de los accesos entre las vitrinas de las tiendas.
La galería acompaña la inclinación del suelo de la ciudad. A nivel de calzada, la continuidad del revestimiento del piso y la ausencia de escalones conduce al usuario a la calle interna que se forma.
Como en cualquier otra calle, es en el umbral de las tiendas donde el desnivel está claramente marcado, a fin de garantizar la concordancia de la losa horizontal plana con el piso inclinado, el piso de la ciudad que entra al edificio.
El relieve natural se disuelve poco a poco en los pisos superiores de la base hasta que alcanza la losa plana horizontal de los treinta y dos pisos en que se distribuyen las 1.160 unidades habitacionales.
Detrás de un edificio de esta escala, que incluso tiene su propio código postal, hay toda una historia de percances en su proceso de diseño y construcción.
En la década de los años cincuenta, cuando se dio inició a su construcción, Oscar Niemeyer no tenía como viajar de Río de Janeiro a São Paulo con la frecuencia necesaria para realizar las visitas de inspección. Lo mismo pasaba con los calculistas que solían trabajar con él. El equipo de ingenieros paulistas terminó por ignorar los principios de planta libre y ocultar los pilares; optando por su distribución aleatoria en los shafts (ductos). Su distribución dejó vanos entre pilares muy pequeños, llegando incluso a un metro de distancia. Si bien esta decisión no comprometía estructuralmente la obra, el proyecto de los ingenieros no se equipara con la claridad del raciocinio arquitectónico planteado por Niemeyer.
El proyecto de arquitectura preveía pilares redondos llegando en par hasta el suelo. A nivel de calle, estos pilares configuran una especie de espina dorsal que revela sutilmente la existencia de la S en la planta de los departamentos.
La carga del paliteiro —la estructura fragmentada como consecuencia del poco refinamiento del proyecto estructural en los pisos— converge en estos pilares gracias a un piso de transición, establecido por Niemeyer entre la base comercial y el bloque residencial. Este piso, de sección trapezoidal que se prolonga por toda la extensión de la superficie, soporta parte de la infraestructura del edificio.
Las alteraciones del programa fueron un obstáculo aparte. Estaba contemplado el diseño de una pasarela conectando el piso más alto del Copán —la terraza— al edificio de un hotel adaptado durante la construcción para recibir las instalaciones del un barco. Carlos Lemos, arquitecto nombrado por Niemeyer para acompaña la obra, estaría a cargo de mantener las proporciones del edificio del hotel al proyecto el del banco.
Los pisos de la base, en muchos tramos inclinados, también presentan un caos estructural, con espacios residuales que hay el día de hoy permanecen en ese estado. Son espacios inapropiados para actividades, accesos y circulaciones verticales no ejecutadas, restringuiendo las posibilidades de uso del local. Los baldosas de la base cuentan con huellas como si estuvieran a la espera de una ciudad que aún no ha ocurrido, que contaría con una especie de duplicación o continuación de la calle a algunos pisos por encima de la planta baja existente.
Todo deja en evidencia que el proyecto del Copan nunca terminó, por más que la imagen del edificio haga parecer lo que sucede como en todas las obras clásicas: que siempre ha estado ahí. Esta convivencia entre presencia e incompletitud solo parece aumentar el carácter único de la obra y la validez de las soluciones arquitectónicas propuestas.
El Copan acaba siendo una mezcla entre lo fantástico y lo prosaico. Un paseo por el proyecto permite trazar un recorrido continuo, donde se ve claramente cómo las curvas de los bloques de departamentos acogen la existencia del edificio y, al mismo tiempo, lo alejan de los vecinos, haciendo que la ciudad "respire".
No falta recordar que ni siquiera la lejanía de Niemyer en Río de Janeiro durante la fase de construcción impidió que la definición de las terminaciones fuese coherente con la lógica que buscaba adoptar.
Aunque si bien es también moderno —diferente del hormigón a la vista de la escuela paulista—, este férreo defensor del hormigón armado reviste la estructura con azulejos. El hormigón es para Niemeyer un instrumento que da libertad a la forma. Y en el Copan, innegablemente, la forma está presente.
Carolina Silva Oukawa es arquitecta y urbanista graduada magíster de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de São Paulo (FAU-USP). Actualmente cursa el doctorado en la misma institución con la investigación Análise Arquitetônica: apontamentos para uma disciplina (Análisis arquitectónico: apuntes para una disciplina). Además, Silva Oukawa es profesora de proyecto y diseño arquitectónico en la Universidad Paulista (UNIP) desde 2012.
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Arquitectos: Oscar Niemeyer